CÍRCULO DE TEOLOGÍA DEL SENTIDO COMÚN PRESENTA:

 

LA PORNOCRACIA GAY DEL VATICANO

                            Por JOSÉ LUIS SUÁREZ RODRÍGUEZ

(Proemio al libro titulado: Los poderes que amenazan al Vaticano: Riqueza y Lujuria, Mammón y Chammadai)

 

El uso de la sexualidad como estilo y modo de vida, conocido como “cultura gay”, con disposición de un grupo de presión empeñado en el adueñamiento de las estructuras eclesiales, es el fenómeno más grave al que se enfrenta hoy la religión.

El “lobby gay” es público y notorio en su objetivo y en su misión de apoderarse del Vaticano, mediante el uso sutil y manipulativo de las pasiones desordenadas de la sensualidad y la riqueza, como demonios de poder.

Se trata de una conspiración que intenta subvertir el modo moral de  vida religiosa institucional establecido, queriendo introducir prácticas sediciosas que buscan la corrupción mediante el estímulo de impulsos y pasiones primitivos, socialmente superados y culturalmente detestados.

El sexo como instrumento de dominación “en el siglo que viene” ya había sido profetizado por Gilbert K. Chesterton: “La próxima gran herejía va a ser sencillamente un ataque a la moralidad, y en particular a la moralidad sexual. Ya no viene de algunos socialistas sobrevivientes de la Sociedad Fabiana, sino de la exultante energía vital de los ricos, resueltos a divertirse como fin, sin Papismo, ni Puritanismo, ni Socialismo que los contengan… La locura de mañana, no está en Moscú, sino mucho más en Manhattan” (El amor a la fuerza del Sino. Rialp, Madrid, 1993, p. 252).

Esa “locura de mañana” del uso de la sexualidad como modo de dominación, tenía sus precedentes, planteados por Michael Jones en Líbido dominandi. Sexual liberation and political Control”. St. Augustine Press, Indiana, 2005, y en Horror a biography. Spencer Publishing, Dallas, 2002. Según él, cristalizó en El Club del Incesto, del poeta Percy Bysshe Shelley, “creando una red de células terroristas iluministas. En el corazón de este proyecto estaba la subversión revolucionaria del orden moral como preludio de una subversión similar del orden político”. (Horror, 70).

Históricamente, la Pornocracia en la Iglesia Cristiana fue escandalosa en la Europa Medieval, cuando –según el historiador eclesiástico Cesar Baronio, en sus Anales Eclesiásticos, S. XVI-, se produjo en Roma el “gobierno de las prostitutas” o “estado de las rameras” (en alemán Hurenregiment), denominación acuñada por los teólogos protestantes en el siglo XIX. Ese periodo tuvo lugar cuando, en el siglo X, la familia Tusculum alcanzó el mayor rango en la nobleza romana, y la esposa de Teofilacto, Teodora, y su hija Marozia tuvieron enorme influencia en la selección y nombramiento de los Papas; Y, a través de matrimonios, favoritismo, negocios y conspiraciones, tomaron las más importantes decisiones en los asuntos del gobierno de Roma. Fue el periodo más corrupto de la Roma eclesiástica, con una lista de 12 papas corrompidos entre 904 y 963.

El rasgo característico de esta Pornocracia consistió en que el concubinato y el ramerismo cortesanos supeditaron el poder y la administración de la “cosa pública” - “cosa sacra” al arbitrio de mujeres influyentes a través de su relación sexual con los papas gobernantes. Nunca el poder sacro estuvo tan manchado por tanta corrupción.

La historia se repitió en el Renacimiento, cuando en Roma incidieron la condición de centro cultural de Europa, con hombres extraordinariamente formados intelectual y artísticamente, y un elenco de Papas humanistas pero políticamente ambiciosos. Particularmente, los miembros de la familia de los Borgia, con quienes tuvo lugar el mayor relajamiento moral del periodo renacentista, sucediéndose en el trono Alfonso de Borgia, que reinó como Calixto III (1455-1458) y Rodrigo Borgia, que tomó el nombre de Alejandro VI (1492-1503), tras la muerte de Inocencio III.

Alejandro VI, valiéndose de la intriga y el soborno a los miembros del colegio cardenalicio, siendo él uno de los cardenales más ricos de la corte papal, asumió sus funciones en el Vaticano, como gran seductor de mujeres con éxito, y mantuvo numerosas amantes que le dieron gran cantidad de hijos, a los que legitimó, concediéndoles títulos, honores, riqueza y poder.

Su hija más conocida fue la célebre Lucrecia Borgia, tenida con Vanozza Cattaney, que fue amante también del Cardenal Giuliano della Rovere, luego Papa con el nombre de Julio II. Lucrecia representó la corrupción sexual más deslocada del maquiavelismo renacentista, asociado con el papado de la época.

Julio II, gran mecenas de literatos y artistas, entre ellos Miguel Ángel Buonarotti, artista y bisexual, encargó a éste su tumba y, además, la decoración de la Bóveda de la Capilla Sixtina, que realizó plagada de desnudos femeninos y masculinos, entre los que destacan los Ignudi (putti del siglo XV), de potentes anatomías y con clara relación de los conceptos platónicos de iconografía erótica, de gran aceptación en la corte vaticana, entusiasta de los símbolos sensuales.

El Papa Julio II, siendo cardenal Giuliano della Rovere, tuvo una hija ilegitima, llamada Felice della Rovere, conocida también como Madonna Felice, que llegó a ser una de las mujeres más poderosas del Renacimiento italiano, actuando en los círculos cortesanos del Vaticano y en los intelectuales y artísticos.

La influencia activa de mujeres en este periodo del Renacimiento en el Papado, especialmente Lucrecia y Felice, significó una corrupción mediante la sexualidad voluptuosa y la intriga con miembros de la iglesia, con una enorme carga erótica en la vida cultural, pero no comparable con la corrupción criminosa del bajo Medioevo.

 

EN EL SIGLO XXI, la Pornocracia  ya no lo es del sexo femenino, que corrompe y pervierte la institución eclesiástica en su sede vaticana y en sus demarcaciones diocesanas. Hoy ha emergido, como género de depravación y ramerismo, el llamado “tercer sexo” (genderqueer), que profana, unta, envilece, soborna, degenera y apesta todos los ámbitos de la vida religiosa que toca.

Su identidad “transgresora de género” no tanto pertenece al ámbito del “sentimiento” o la neutralidad sexuada (en la que no cabe la depravación), sino que anida en él la “orientación” con sentido ideológico, el que busca inteligentemente el desorden y la demolición de una moral honestamente declarada.

Todos los líderes del denominado “lobby gay” caracterizan su actuación, con “orgullo” y garra, como una intención doctrinaria de derribo del sistema imperante, a niveles social, político, religioso. Y hacen declaraciones “intelectuales” como propuestas de mutación revolucionaria, para un cambio total que beneficie a los “voceros del cambio”, en la línea de los partidos de “nuevo puño”, subversivos y rupturistas, salidos de la universidad, del ágora ateneísta o del blog de Internet.

Son típicas las “declaraciones”, “manifiestos” y “decálogos” aportados por los ideólogos, activistas y transgresores del movimiento gay introducido dentro de la Iglesia de Roma, portavoces del denominado “lobby gay”, y que son miembros evacuados de la Congregación para la Doctrina de la Fe, destacando, entre otros, Monseñor Kristof Charamsa y el teólogo David Berger.

El Prelado polaco Kristof Charamsa, sacerdote homosexual “feliz y orgulloso de serlo”, defensor de su identidad gay, que difunde en las redes sociales como promotor de los derechos de homosexuales, transexuales, bisexuales y lesbianas, publicó un decálogo titulado “Un nuevo manifiesto de liberación” en la revista polaca “Wyborczej”. En él exigía que la Iglesia pidiera perdón, “por el abandono, el silencio, la persecución y los crímenes contra los homosexuales”, que revisara “los textos bíblicos sobre la homosexualidad, y aboliera “la prohibición que aprobó en 2005 Benedicto XVI, que impide la ordenación de sacerdotes gays” (V. El Mundo 4-10-2015).

Su declaración-manifiesto, en vísperas del Sínodo Ordinario para la Familia de 2015, fue calificada por el portavoz vaticano Federico Lombardi, de “muy grave e irresponsable”, dando lugar a su inmediata destitución.

Igualmente explicito en sus intenciones fue el teólogo católico alemán David Berger, lector de la Congregación para la Doctrina de la Fe, profesor y académico de la Pontificia Academia de Santo Tomás, el cual en un artículo-declaración, titulado “No debo seguir callando”, de 23 de Abril de 2010 en el “Frankfurter Rundschau”, en su “salida del armario”, se declaraba perteneciente al “lobby gay”, afirmando que “es una red de hombres homosexuales que sirve para tener sexo de la manera más sencilla posible y sin ser descubiertos”, considerándolo como una organización de presión, con afán de poder y que intenta cambiar la orientación de un estilo de vida moral, tradicional y peculiar, “idea que ha sido montada por conservadores extremistas que equiparan homosexualidad y pedofilia”…; “se trata del miedo a que el escándalo de la pedofilia pueda volver a dar alcance a la iglesia católica”.

Y vaya que “ha dado alcance”, cuando significados representantes de la curia vaticana, arzobispos y obispos, en una larga lista de eminentes homosexuales, han hecho prácticas y abusos sexuales, reafirmados con actos de pederastia, o han consentido su ejercicio con descrédito para una Iglesia que se tiene por “sancta”. He aquí algunos nombres de esa lista de notoriedades: El Prelado Monseñor Tommasso Stenico, de la vaticana Congregación para el Clero; Monseñor Battista Ricca, Prelado del Instituto para las Obras de Religión y Nuncio Apostolico en Montevideo; el Cardenal Francis Spellman, Arzobispo de Nueva York (según su biógrafo Michelangelo Signovile, “uno de los homosexuales más notorios, poderosos y sexualmente voraces de la historia de la iglesia católica en norteamerica”); Marcial Maciel, fundador de la Congregacion Legion de Cristo, acusado, él y varios de sus sacerdotes miembros, de cometer abusos sexuales sobre estudiantes desde los años 50, habiendo desempeñado, con Juan Pablo II, altos cargos de responsabilidad vaticana; Juan Carlos Maccaronne, Obispo de Santiago del Estero (Argentina), Presidente de la Comision Fe y Cultura de la Conferencia Episcopal; Bernard Francis Law, Cardenal Americano de la Iglesia católica, Arzobispo emérito de Boston; Francisco José Cox, Arzobispo emérito de La Serena (Chile); Roger Joseph Vangheluwe, Obispo de Brujas…

Hay también obispos que no sólo practican sexo, declarándose abiertamente homosexuales, sino que hacen una defensa abierta y contundente del “lobby gay”. Entre ellos, Raul Vera López, Obispo de Saltillo (México), quien, en Roma (3-10-2015) hacía afirmaciones más que atrevidas: los activistas del “lobby gay” que se declaran católicos, a pesar de no compartir la recta doctrina, son, en realidad, “los salvadores de la iglesia” (Blog Arciprensa). Y, en Madrid (10-9-2013), en el marco del 33 Congreso de Teologia de la Liberacion, criticaba que el Papa Francisco “haga tanta revoltura”, burlándose de la enseñanza de la Iglesia Catolica sobre la homosexualidad. No menos avanzadas son las declaraciones, con criterio de alejamiento de la doctrina vaticana, que mantiene el Prelado del Consejo Pastoral de Westminster, Martin Pendergast (The Guardian, 10-04-2009).

Ese enfrentamiento de los teóricos ideólogos de una “Teologia Gay”, tiene su origen en la deshonesta disidencia mantenida dentro de la agenda de trabajos de la Congregacion para la Doctrina de la Fe por titulares de la Congregación, como Charamsa, Berger, Stenico…, a los que se añadieron M. D. Jordán, D. A. Helminiak, J. Alison… La crítica más radical la hicieron sobre la doctrina del nuevo Catecismo de la Iglesia Católica, de 1999, en el que la homosexualidad se define como “una inclinación objetivamente desordenada”.

Benedicto XVI, como Presidente de la Congregacion, siendo Cardenal Ratzinger, vinculó la homosexualidad con los actos de pedofilia y abusos sexuales, y en 2005, aprobaba la normativa que impide la ordenación de sacerdotes gay (Instrucción del 4-11-2005).

Según D. Berger, Benedicto XVI, había caído en una “brutalidad” en su modo de hablar sobre el tema de la homosexualidad (Declaración de 30-07-2013), y refiriéndose a una manifestación del Papa Francisco en el sentido de que “la práctica de la homosexualidad es pecado y no está permitido hacer publicidad de la misma”. Berger la tachaba de “homófoba”, concluyendo: “Debido a esa declaración, yo como católico gay, me siento discriminado, al estar prohibido asociarse y luchar por los derechos de los homosexuales” (V. El Mundo 4-10-2015).

Queda claro que declararse reivindicativamente “católico gay” es un fenómeno eclesial no compatible con la situación de “pecado” en la que incurren los que hacen “prácticas homosexuales”.

Lo reafirma el Papa Francisco cuando excomulga a un sacerdote australiano, Greg Reynolds que defiende el matrimonio homosexual y la ordenación de mujeres. Sacerdote suspendido, que había fundado un grupo llamado “Inclusive Catholics”, dedicado a promocionar el “lobby gay” dentro de la iglesia (Blog Info Católica, 28-8-2016. Actualizada). Este papa ha afirmado que “la ideología de género es expresión de una frustración que busca borrar la diferencia sexual natural” (15-04-2015. Blog Info Católica, 28-08-2016).

Doctrina que encuentra oposición entre preclaros cardenales, como los alemanes Marx y Kasper. Éste defendió el voto de los irlandeses a favor de los “matrimonios” homosexuales, diciendo, con lenguaje populista: “Un Estado democrático tiene el deber de respetar la voluntad del pueblo; y parece claro que, si la mayoría de la gente quiere este tipo de uniones homosexuales, el Estado tiene el deber de reconocer tales derechos”…”Tenemos que encontrar-afirma- un nuevo lenguaje. Tenemos que superar la discriminación, que tiene una larga tradición en nuestra cultura” (Info Catolica, 28-08-2016). Ya Benedicto XVI había desautorizado al Cardenal W. Kasper en su oposición doctrinal sobre la comunión a los divorciados (Carta a los Obispos del 14-09-1994. Blog Arciprensa 3-12-2014).

El Estado Vaticano, vale decir la Iglesia de Roma, se encuentra en este momento en una coyuntura histórica muy difícil. El ramerismo gay ha urdido una trama conspirativa que puede arrastrar enormes consecuencias de corrupción, difícilmente involutivas.

El lobby gay, instalado en el Vaticano y en altas esferas de la Iglesia tiene por objetivo el malismo. Malismo es la asunción de la perversión como algo positivo para el hombre, considerándolo como lo que le conviene y le acaba.

Benedicto XVI en su libro, de próxima aparición, Las últimas conversaciones, revela que el denominado “lobby gay” intentó influir en sus decisiones. Consideramos que no sólo lo intentó sino que lo consiguió, precipitando su renuncia al papado. Aunque él ahora afirma que logró “romper este grupo de poder”, la presencia y el activismo de presión, su capacidad de corrupción y su poder en el vaticano continúan.

Benedicto XVI no pudo impedir que una facción de prelados poderosos contaminados por el lujo y la lujuria, le obligara a la renuncia. Y ese lobby, que fabricó el “Vatileaks” y que se paseaba por mansiones de sexo y recreo en las afueras de Roma, se sigue paseando. Así lo afirma el Papa Francisco: “Es verdad, en el Vaticano hay un lobby gay, está ahí; hay que ver qué podemos hacer” (El Mundo, 11-06-2013). El Vaticano bascula entre la autoridad de un Papa decidido a poner orden, pero que manifiesta dudas en la resolución de la reforma de la curia: “La reforma no la puedo hacer yo… Yo soy muy desorganizado, nunca he sido bueno en esto. Pero los Cardenales de la Comisión lo van a llevar adelante”. Cuando el mismo Papa Francisco manifiesta la existencia de “una corriente de corrupción” en la Curia Romana, se hace muy difícil la solercia en la lucha contra el trust de intereses y de tráfico de influencias que dan pábulo al escándalo de dinero y de lujuria que entenebrece la situación de la Iglesia, en un momento de debilidad e incertidumbre. El trance más difícil es el que marca un enfrentamiento de cardenales, que manifiestan distintos criterios de las Conferencias Episcopales, particularmente después de la celebración del Sínodo de la Familia de 2015, en el que, al lado de opciones aperturistas moderadas, se presentaron otros grupos de tendencias progresistas radicales, alineados con el lobby gay, con propuestas inadmisibles.

Benedicto XVI y Francisco han estado hostigados por el lobby gay y sus poderosos mass media, queriéndose incriminarlos en sus planes y actividades. Ambos han sufrido contra-campañas de asedio “in genere malo”, insinuándose insidiosamente sus “medias naranjas” (Georg Ganswein, Yayo Grassi), y pretendiéndose su compromiso con la causa, mediante la intimidación y el chantaje.

Por el Vaticano campea, como “gato negro” cascabelero, Luzbel. ¿Quién le quitará el “cascabel”?

 

 

 

fanatismo religioso